El juicio al excomisario Eusebio Torres, por crímenes de lesa humanidad estuvo marcado por estremecedores relatos de los apremios físicos aplicados por el aparato represor policial al servicio del régimen de Alfredo Stroessner, a tal punto de que para el acusado uno de los instrumentos de tortura más terroríficos representaba a la carta magna de la época.
Así lo expresó Constantino Pérez, revivió la manera en que actuaba la policía del régimen, desde el momento en que irrumpieron en su vivienda de San Lorenzo, al mando del ahora acusado, quien incluso roció a metrallazos el domicilio.
Con precisa lucidez reveló detalles del calvario en la tristemente célebre sede de Investigaciones, oficina policial destinada a torturas para todo aquel opositor al régimen opresor, y la mecánica de apremios físicos aplicados por los uniformados.
Pérez pasó por la picana eléctrica, la terrible pileta de aguas servidas, desechos de animales, materia fecal a la cual se sumergía a cada detenido a efectos de obtener información de interés para el gobierno, en su propósito de eliminar toda oposición al autoritarismo estatal que duró 35 años en el Paraguay.
Tal es así que, el testigo reafirmó haber escuchado de la boca del propio acusado, que el látigo conocido tomo tejuruguái, representaba la Constitución Nacional para el jefe policial hoy acusado y que participa por medios telemáticos.
Tras haber salido con vida de Investigaciones, Pérez perdió cerca de 25 kilos y fue remitido a Emboscada, donde coincidió a su vez con Luis Alberto Casco, quien es una de las tres víctima que claman justicia por crímenes que según la Constitución y los pactos internacionales no prescriben.
Hielo y aspirinas para mitigar abusos
El Dr. Carlos Alberto Arestivo Bellassai, otra de las víctimas de Torres Romero comentó al Tribunal parte de las torturas que recibió al ser detenido e interrogado y como no obtenía la respuesta que esperaba, hizo que un uniformado lo empezara a torturar. Con un látigo trenzado de cuero, el ‘tejuruguái’ empieza a castigarme pero denodadamente, así con rabia, con mucha rabia”.
Comentó que en uno de los azotes, el látigo le daña uno de sus ojos, lo que le causa una severa lesión en el cristalino. “Ya había un médico esperando ahí, el entra, dice ‘pónganle hielo y denle aspirinas’. Así estuve 8 días, cuando la inflamación bajó, no veía nada”.
Comentó que después de ese tiempo lo sacaron y llevaron a otras instalaciones donde las torturas, siempre bajo supervisión de Eusebio Torres Romero, continuaron.
Se trataba de un lugar donde había una piscina. “Por suerte fui el primero, porque después ahí uno vomita, defeca, orina, y los demás siguen en eso, pero por suerte me tocó agua limpia”, comentó.
“Ahí este señor que está tranquilamente sentado, Eusebio Torres, ese engendro del mal, me tira de espalda al agua, después un policía se sube encima mio y me ataja la cabeza bajo el agua”, relató.